Hace varios meses lancé un proyecto que me era profundamente querido: crear perfumes firma del alma, firmas olfativas únicas concebidas como retratos vibracionales.
En aquel momento, aún no alcanzaba a medir la magnitud del viaje que me esperaba. Solo sabía que algo me llamaba — algo antiguo, algo sagrado — y que debía responder a ese llamado.
Nueve personas confiaron en mí desde el principio. Nueve almas que me pidieron abrir una puerta íntima: la puerta de su esencia más profunda. Su confianza fue la chispa que encendió esta obra.
Comencé con lo que entonces llamé las improntas vibracionales del alma:
la carta natal en astrología para comprender los grandes trazos de su cielo interior.
El Diseño Humano para percibir la mecánica energética de su encarnación.
La numerología para captar su camino de vida, su misión, sus tonalidades, y finalmente la vibración de su nombre y apellido, clave de acceso a su acorde fundamental.
Todos estos datos me ofrecían caminos.
Pero no eran más que la entrada al templo.
Al conectarme con cada persona, comenzaron a revelarse paisajes kármicos — memorias, linajes y, en ocasiones, las tradiciones antiguas a las que estaban vinculadas: Egipto, Israel, la Grecia antigua…
Estas resonancias se convirtieron de forma natural en las notas de fondo, los cimientos profundos de su perfume. Un alma conectada a los misterios del Nilo o a los templos griegos no posee la misma base olfativa que un alma celta o himalaya.
Al principio quise estructurar estas creaciones siguiendo las claves del Universo de Tesla — 3-6-9 — combinándolas con el método de Jean Carles, uno de los grandes maestros de la arquitectura perfumística. Sobre el papel, todo parecía coherente. Pero en la práctica, algo se resistía.
Como si el alma se negara a ser encerrada en una lógica demasiado mental.
Entonces solté.
Y regresé a mi esencia: el camino del alquimista.
El mismo camino que utilizo para crear mis elixires. Un camino que siempre comienza con un ingrediente dominante, un guía, una presencia que acompaña a todos los demás. Esta nota capital permite a la persona realinearse, sentirse sostenida, reconocer su misión y reequilibrar aquello que vacila.
Ahí fue donde comenzó la verdadera magia.
El Diseño Humano me dio la estructura.
Las tradiciones y las memorias se convirtieron en las notas de fondo — las que sostienen la duración y la profundidad.
La astrología, la numerología y la vibración del nombre formaron las notas de corazón — la forma en que uno irradia.
Y las notas de salida: el instante de presencia, el aliento que nos devuelve al aquí y ahora.
Pero antes de avanzar con los demás, tuve que crear mi propio perfume.
Para comprobar si el proceso funcionaba.
Para cruzar yo mismo el puente.
Uno de mis puntos débiles lo conozco bien: la dispersión. También está muy marcada en mi carta.
El elixir-perfume que creé me ofreció algo inesperado: un cimiento. Una sensación de mármol interior sobre el cual puedo apoyarme para obrar. Me reconectó con mi poder sanador — del que habla mi carta, pero que pierdo y recupero como un hilo frágil. Con este perfume, todo se asentó.
Y, paradójicamente, no se parece en nada a las fragancias que suelo amar.
Nada que ver con Yeshua, Quan Yin o Joseph, mis elixires preferidos.
No.
Es amaderado, poderoso, masculino.
Un perfume que jamás habría elegido — pero que me eligió a mí. Y que aprendo a habitar día tras día.
También tuve que dejar mi taller en la ciudad. Necesité regresar a la naturaleza, rodeado de silencio y de tierra, para crear desde el corazón y no desde la mente.
Allí, la obra adquirió otra dimensión.
Afiné mi método.
Conservé las improntas vibracionales — astrología, Diseño Humano, numerología, vibración del nombre — que ahora llamo la Impronta Vibracional del Alma.
Mantuve las claves 3-6-9.
Integré lo que sentía justo del método de Jean Carles y, sobre todo, del de Mikael Zayat, mi iniciador.
Pero todo ello vino a entretejerse alrededor de la composición alquímica, que constituye la verdadera singularidad de mis elixires.
Luego añadí la armonización a través del sonido — como hago con los elixires — para que la composición pudiera ocupar plenamente su lugar.
Y finalmente, la activación, que se realiza cuando la persona recibe el elixir, o justo antes. Esta etapa sutil — que también puede verse como un tratamiento vibracional — sincroniza el perfume o el elixir con la persona, tal como hago con los elixires estacionales desde septiembre.
En estos últimos días, los primeros Perfumes del Alma han tomado por fin forma.
Han partido al encuentro de sus destinatarios, justo a tiempo para Navidad.
Una etapa se cierra, pero otra se abre — porque ahora deseo abrir este trabajo a nuevas personas.
Continuará…
Y quiero agradecer profundamente a las primeras personas que confiaron en mí desde el inicio, así como su paciencia.