Ha habido silencio estas últimas semanas.
Un silencio elegido. Un silencio necesario.
No el que huye del mundo,
sino el que escucha.
El que recoge.
El que no quiere hablar por costumbre ni desde la desconexión.
Muchos de ustedes me han escrito, han hecho preguntas o simplemente han estado presentes.
Los he leído. Los he sentido.
Y si no respondí de inmediato, fue porque no quería hacerlo desde la superficie.
Sentía que algo se estaba moviendo dentro de mí.
Algo sutil, casi invisible…
Pero fundamental.
Mi cuerpo necesitaba cuidados.
Mi mente, silencio.
Y mi corazón, claridad.
A veces, entre continuar y soltar,
solo hay un suspiro.
Y fui a buscar ese suspiro.
Cuando hablaba de un año de transición, me refería a esto:
conservar lo que es verdadero,
soltar lo que ya no lo es,
y abrir espacio a lo que quiere nacer.
Lo que viene no es una nueva versión de mí,
sino una versión más enraizada, más alineada, más libre.
Y eso requiere tiempo.
Discernimiento.
Y a menudo… el valor de parar.
Estoy volviendo poco a poco.
No con promesas vacías,
sino con lo que ahora fluye con naturalidad.
Pronto compartiré lo que está tomando forma.
Hablaré de lo que sigue, de lo que evoluciona, de lo que nace.
Y a quienes esperaron sin presionar:
Gracias.
Su presencia silenciosa me acompañó.
Yohanan 🌿